lunes, 29 de abril de 2019

Lesson 110. Benches and Vans.



  One of the things that unequivocally announces the arrival of Spring is the ice cream van. That van goes down the streets of the town playing its popular tune and every now and then it stops for a while at strategical sites; typically outside schools, next to the meadows or on a corner of Recreation ground where dozens of children will crowd round in excitement to savour a soft serve ice cream from a machine, served in a cone, and often with a chocolate flake. The appearance or the ice cream van also unofficially marks the start of sandals and short sleeves season (no matter the temperature in fact).

  The sense of Spring brings me wonderful memories of the time I have spent in the park for the last years.  If you have read some of my earlier posts you will know exactly what I am talking about. Unluckily my son has reached that age in which he is not interested as much as I am in parks and we don't frequent it so often any more. When the temperature is kind we tend to lay out the picnic blanket on the green dense lawn. It is nicer than sitting down on a bench. Besides there are just a few. I consider those benches places of great respect, almost sacred in a way. There is a good reason. Not a single one is not dedicated to someone who left already. I reckon that some families donate them to the community. They are everywhere: at the parks, by the river, in Rutland Water, on a hillside facing a lovely view, at any outdoor public space. They usually sport a plain plaque with these words: " In loving memory of...." with the date of birth and the date of death. Sometimes a few nice words are added as a short explanation of how much time the person used to enjoy that particular place. I believe it is a touching gesture. Whenever I come across with some of those benches I always take the time to read the humble plaque and think of the person who is dedicated to for a while. It has become a ritual. I love rituals. 


  Una de las cosas que inequívocamente anuncia la llegada de la primavera es la furgoneta que vende helados. Esa furgoneta recorre las calles del pueblo con su conocido soniquete y de vez en cuando para un rato en lugares estratégicos; típicamente fuera de los colegios, junto a la pradera o en una esquina del parque donde docenas de chiquillos se arremolinarán entusiasmados para saborear un helado que sirven de una máquina sobre un cucurucho, a menudo con un canutillo de chocolate pinchado. La aparición de la furgo de los helados marca también oficiosamente el comienzo de la temporada de sandalias y manga corta (sin importar la temperatura en realidad).

  La sensación de primavera me trae recuerdos maravillosos del tiempo que he pasado en el parque estos años de atrás. Si habéis leído alguna de mis entradas anteriores sabréis exactamente de lo que hablo. Desgraciadamente para mí, mi hijo a alcanzado esa edad en la que los parques no le interesan tanto como a mí y ya no lo frecuentamos tan a menudo.  Cuando la temperatura es benigna solemos extender la manta de picnic sobre la tupida hierba. Es más agradable que sentarse en un banco. Además sólo hay unos pocos. Esos bancos son para mí sitios muy respetables, casi sagrados en cierto modo. Hay un buen motivo. Ni uno solo de ellos no está dedicado a alguien que ya se fue. Creo que algunas familias los donan a la comunidad. Están por todas partes: en los parques, en los ríos, en Rutland Water mirando al inmenso lago, en las laderas con bonita vista, en cualquier espacio público al exterior. Normalmente lucen una placa sencilla con estas palabras: " A la cariñosa memoria de ..." con la fecha de nacimiento y de defunción. A veces se añaden unas cuantas palabras a modo de explicación sobre el tiempo que esa persona solía disfrutar aquel sitio en particular. Creo que es un detalle muy emotivo. Cuando quiera que me cruzo con uno  de esos bancos siempre me tomo el tiempo para leer la humilde placa y pensar en la persona a la que está dedicada durante un instante. Se ha convertido en un ritual. Me encantan los rituales. 

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