Then the longest journey I'd ever had in my life and in permanent contact with Mum and brother. All sort of memories coming to mind. When as a little girl he would comb my curly hair trying to hold it in two ponytails before going to school, his hilarious improvised lyrics of a well known tune happy to be at home after his workday, our motorbike rides together to the Music School, that blessed summer (unsuccessfully) teaching me the prime numbers, a number of summers later teaching me how to drive (that was glorious, my friend), his exhaustive interrogation and warnings before and after going out with my friends as a teenager....and so many more.
Life changes in a minute. Your entire world upside down. Your priorities replaced. Your plans, at best, postponed or cancelled but does it really matter? At that moment the only thing that matters is to be with them, the closest you can because it’s then when that sentence “family comes first” makes all the sense and you’re fully aware of it.
It’s being a long haul for everyone. Certainly the hardest bit has been for Mum. She’s found an unbelievable strength to cope with it and never being defeated by this overwhelming phase of our lives. She must be a superhero like almost all mums in the world but she has gone beyond all expectations. She’s still there, at the front line. Behind her it’s us, doing our best.
I’ve personally found myself on a permanent emotional roller coaster for the last six months. Travelling from the fear to the pain, from the pain to the grieve, from the grieve to the blank, from the blank to the numbness, from the numbness to the hope, from the hope to the cry. Happy to be with them when I’ve been able to. Happy and useful. Desperate and guilty whilst I’ve been so far away from them. They need you and you need them but damn, you live so far away from home.
And all surrounded by this incredibly powerful thing that is love. Love translated into understanding and support from my own little family and friends. That thight hug from my little man when he caught me crying tears in silence. My husband and partner of life discreetly stepping up and taken over from me in almost everything, full of tenderness. All the prayers and gentle words. That blessed mobile phone filled up with messages of care and support. Many practical issues covered by my friends, the lifts to the hospital, some cumbersome paperwork, the searching for a night carer, the warm sandwich ready before getting in the hospital, the five minutes visits just to see me, these summer afternoons looking after my kid and making sure he’s having a good time (he shouldn’t miss a proper holiday).
He, my father, is still fighting. Sometimes he is him yet. Many times he is just a shadow of himself. But he is Dad, the one whom I learned the essential. Love you Dad.
Todo pasó de repente. La llamada de teléfono un domingo por la noche, la incertidumbre, la preocupación, la urgencia de estar en casa de inmediato, coger un vuelo - cualquier vuelo-, la prisa, el correo electrónico al trabajo, los mensajes a mis amigas de aquí pidiéndoles estar atentas y disponibles para mis chicos si fuera necesario, la desesperación, las lágrimas, el MIEDO: miedo de no llegar a tiempo, miedo de no saber lo que realmente podía estar pasando. Los arrepentimientos inútiles. Las dudas mientras hacía mi escueto equipaje. Mi cabeza a toda velocidad casi 24h ...
Después el viaje más largo de mi vida en contacto permanente con mi madre y mi hermano. Toda clase de recuerdos viniéndose a mi mente. Cuando chica él peinando my pelo rizado intentando hacerme dos coletas antes de ir al cole, sus desternillantes improvisadas letras de alguna canción conocida, contento de llegar a casa tras el trabajo, nuestros viajes en moto al Conservatorio, aquel bendito verano enseñándome (infructuosamente) los números primos, un número de veranos más tarde enseñándome a conducir (aquello fue glorioso, amigo mío), sus exhaustivos interrogatorios y advertencias antes y después de salir con los amigos cuando adolescente.....y tantos otros.
La vida cambia en un minuto. Tu mundo entero patas arriba. Tus prioridades reemplazadas. Tus planes, como mucho, post puestos o anulados pero de verdad importa? En aquel momento lo único que importa es estar con él, con ellos. Lo más cerca que puedas ya que es entonces cuando la frase “ la familia es lo que importa” cobra todo el sentido y una es plenamente consciente de ello.
Está siendo un largo camino para todos. Verdaderamente la peor parte se la está llevando mi madre. Ella ha encontrado una fortaleza increíble para afrontarlo y no dejarse vencer nunca por esta apabullante etapa de nuestras vidas. Debe ser una súper héroe como casi todas las madres del mundo pero desde luego ella ha superado todas las expectativas. Y sigue ahí, al pie del cañón. Detrás de ella nosotros, haciendo lo mejor que podemos.
Personalmente me he encontrado en una permanente montaña rusa emocional durante los últimos seis meses. Viajando del miedo al dolor, del dolor a la pena, de la pena al vacío, del vacío al entumecimiento, del entumecimiento a la esperanza, de la esperanza al llanto. Sintiéndome feliz de estar con ellos cuando he podido. Feliz y útil. Desesperada y culpable cuando he estado lejos. Ellos te necesitan y tú los necesitas pero, maldita sea, una siente que se ha ido a vivir demasiado lejos.
Y todo rodeado por esta increíblemente poderosa cosa que es el amor. El amor que se traduce en comprensión y apoyo de mi núcleo familiar y amigos. Ese abrazo apretado de mi hombrecito cuando me pilló llorando lágrimas en silencio. Mi marido y compañero de viaje dando un paso adelante y discretamente reemplazándome en casi todo. Y lleno de ternura. Todas las oraciones y palabras amables. Ese teléfono a tope de mensajes de apoyo y cariño. Tantos asuntos de índole práctica cubiertos por mis amigos, los viajes al hospital, algún papeleo farragoso, la búsqueda de una cuidadora para la noche, el bocata calentito listo justo antes de llegar al hospi, las visitas de cinco minutos sólo por verme, esas tardes de verano con el niño prestado a alguna amiga y ella asegurándose que lo pasa bien (no debería perderse unas vacaciones como Dios manda).
Él, my padre, sigue luchando. A veces es aún él. Muchas es sólo una sombra de sí mismo. Pero él es papá, de quien aprendí lo esencial. Te quiero papá.
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